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megustasutopia

El "homo sapiens"

Seguro que piensas que el mundo hoy en día es un desastre. Pues no te puedes ni imaginar cómo era hace cuatro cientos años.

Fue en aquella época cuando el hombre recibió el castigo del cielo, un castigo tan atroz que cambiaría el curso de la historia. Por aquel entonces, parecía que las cosas en la tierra no tenían solución. Guerras, violencia, bombas, asesinatos,... los hombres seguían solucionando sus diferencias a garrotazos. Sí, a palos, exactamente igual que lo habían hecho desde el inicio de los tiempos. Eso si, se habían sofisticado mucho y los métodos que se utilizaban cada vez eran más complicados y más caros, pero en esencia era lo mismo: millones de personas morían cada año como consecuencia de la violencia. Se había creado un gran negocio alrededor de la barbarie. Las industrias de la guerra eran las más prósperas, e incluso existían países de los que llamaban "del primer mundo" donde los habitantes podían pasearse por las calles portando sus armas. Si, exactamente igual que en las películas aquellas de vaqueros y de indios que hoy sólo se pueden ver en las filmotecas más selectas.

Por aquel entonces el hombre no era humilde, era soberbio, vanidoso, se creía el centro del universo. Habían fracasado todos sus intentos para conquistar el universo, aunque cerquita se habían quedado de descubrir que había vida en otras galaxias mucho superior a la suya, y seguían creyéndose el ombligo de la creación. Era tan obstinado que había dado medida al tiempo, algo que todo el mundo sabe que no se puede medir, pero ellos necesitaban tener una vara para evaluar su estupidez y de esta forma determinar cuando alguien debía dejar de trabajar, cual era la "esperanza de vida" de un país o, algo tan sinsentido como determinar cuando había que dormir, cuando había que comer o cuando había que irse de vacaciones. Pues bien, habían determinado que aquel era el año 2005. Pero su estupidez no tenía límites, había llegado incluso a organizar el mundo en varios "submundos". Los países más adelantados, los del "primer mundo", formaban clubs selectos donde no se permitía la entrada a aquellos países menos adinerados. Porque sí, en aquella era, el dinero era el que mandaba. Desde los inicios de la historia, el hombre había luchado por el poder y durante muchos, muchos años, el poder lo daban las armas. Se desarrollaron armas tan poderosas que eran capaces de destruir a toda la humanidad, y por si esto no fuese suficientemente estúpido, incluso se habían probado algunas de ellas llevándose por delante a millones de personas. Pero por aquellos años el poder venía más acompañado del dinero que de las armas, aunque a decir verdad, ambos venían de la mano. La economía campaba a sus anchas por todo el planeta, había países ricos y países pobres, había gente que no tenía qué comer y había barrios de ricos donde sobraba de todo. Quizá esta fue la forma en que se crearon los submundos, a base de arrinconar a los que menos tenían para que no incordiasen con sus miserias a los ricos. Pues bien, la economía se había descontrolado y había creado grandísimas diferencias entre la gente. El hombre, obsesionado por medirlo todo, publicaba estadísticas que decían que, mientras en los países más ricos, cada persona disponía de $50.000 para un año, en los más pobres apenas llegaba a los $500. Y las diferencias dentro de cada país también se habían disparado, pero éstas no se querían medir porque resultaban mucho más sangrantes y no estaba bien hacer agravios comparativos entre conciudadanos del mismo país.

Los economistas más osados de la época, que eran marginados por la sociedad y tratados como locos por los medios de comunicación, decían que sobraba riqueza en el mundo para alimentar a toda la población, pero los países ricos se conformaban con acallar sus conciencias enviando a los del "tercer mundo" unas cuantas migajas cada vez que las ONG daban la voz de alarma. Las ONG fueron también inventos de aquella época. Se trataba de empresas que se dedicaban a captar fondos de las "personas de buena voluntad" para realizar acciones en los países del "tercer mundo" y de esta forma paliar las enormes diferencias existente. Alrededor de la miseria, de las desgracias de los otros y, sobretodo, de las desigualdades, surgió la creciente economía de la solidaridad que gestionaba cada vez más y más fondos. Fondos que procedían tanto de las "personas de buen corazón", como de los estados. Fue todo un invento, sí, un buen invento. La desgracia ajena siempre ha vendido mucho. Muchas personas tranquilizaban sus conciencias de esta forma, y a los estados les servía de excusa para no afrontar el problema, para no solucionarlo. Los gobernantes estaban tan ocupados en aprovechar el viento a favor de la economía, que no les quedaba tiempo para solucionar los problemas sociales, ni los internos, como la inmigración, ni los externos, como las desigualdades entre continentes y países. Porque los países del "primer mundo" realmente no querían solucionar aquellas desigualdades.

Pues sí, como te decía, en aquella época había mucha violencia, muchas guerras. Aunque al hombre no le gustaba llamarlas así y prefería utilizar términos más modernos como "terrorismo". Los políticos se llenaban la boca con aquel término, "terrorismo", "terrorista", "acciones terroristas",… y con otros como "atentado", "fundamentalismo", "asesinos", etc. Cualquier acción represiva de un estado estaba justificada si se vendía correctamente y se amparaba bajo el derecho a "defenderse del terrorismo", o de "realizar acciones preventivas". Pero claro, esto sólo servía para los países ricos, porque desafortunadamente, los países pobres nunca han sabido de marketing. Por aquel entonces no había un gobierno mundial, esto es, un orden que sobrepasase las fronteras de cada país. Varias décadas antes se había hecho algún intento creando organizaciones mundiales que velasen porque no se produjesen violaciones del "derecho internacional", pero los países poderosos se habían reservado derechos de veto que las habían totalmente inoperativas. Eran organizaciones marioneta en cuyas agendas no había cabida para los términos "justicia" o "legitimidad" porque los países ricos movían los hilos a su antojo.

El fanatismo llevaba a cometer cruentos asesinatos en los países ricos, y el mismo fanatismo llevaba a intervenir militarmente en países pobres llevando más pobreza y muerte a la población que nada sabía de esos terrorismos. Porque como dijo un sabio, "En la lucha del Bien contra el Mal, siempre es el pueblo quien pone los muertos". Y no estaba claro qué era el bien y qué era el mal por mucho que se empeñasen algunos en explicarlo. Ambos eran el mismo fanatismo, igual de cruel, igual de despreciable, aunque uno se disfrazase con el marketing y el otro con la religión.

Aquello sí que era un autentico desastre.

Fue entonces cuando llegó el gran castigo. Nunca antes el cielo ni la tierra se habían enfadado tanto y nunca antes se había producido un cambio tan drástico en la vida humana. Antes de finalizar el año 2004, según la cuenta de los humanos, la tierra se cansó de tanta tontería. Estaba harta de tanta estupidez y esta vez no se limitó a observar paciente, o a darse una pequeña sacudida en los volcanes de alguna recóndita cordillera. Esta vez, el hombre merecía un buen escarmiento, un castigo que nunca olvidase y que cambiase el curso de la humanidad. Llevaba demasiado tiempo observando cómo la estupidez humana crecía, cómo las guerras nunca acababan y cómo los fanatismos se alimentaban de más estupidez. Apenas faltaban unos días para comenzar un nuevo año y la tierra le dijo a uno de sus océanos que había sido él el elegido para dar semejante castigo a los hombres. Aquel océano, al que los hombres llamaban Índico fue el que lo hizo. Tan sólo un pequeño estornudo bastó para provocar una ola tan inmensa que se llevaría por delante todo lo que encontrase a su camino. Tan pronto la ola llegó a la costa, provocó muerte y desolación en tan sólo unos minutos. Se llevó por delante a bañistas, a niños, a familias completas, a pescadores, hoteles, casas, barcos y a cualquiera que hubiese tenido el infortunio de cruzarse en aquellas que tan sólo minutos antes eran costas paradisíacas rebosantes de paz y sosiego. Aquella ola gigante no preguntó a nadie sobre su condición social destruyó de la misma forma las frágiles construcciones de los pescadores de aquellos pueblos como los lujosos hoteles de los turistas. Se perdieron incontables vidas humanas tanto de la gente humilde que allí habitaba, como de turistas de los países del club del "primer mundo". Curiosamente, no se encontró el cadáver de ningún animal. Mientras que los humanos siempre han conseguido cabrear a la tierra, el resto de los animales sí han sabido mantenerse en sintonía completa con ella.

Desde aquel momento nada fue igual. El hombre recapacitó y dejo a un lado su soberbia para siempre. Como por arte de magia, como si de un cambio drástico en la evolución de la raza humana se tratase, el nuevo hombre abandonó para siempre la estupidez del estúpidamente llamado "homo sapiens".

2 comentarios

lunaaaaa -

al leer tu texto...pude casi oirte.....sera verdad....te aseguro que sera cierto que el homo sapiens quedo atrás....tiene...TIENE que ser asi....Besos

Paloma -

tu reflexión es muy buena, enhorabuena, ojala el final fuera cierto y todos recapacitaramos sobre los echos de la misma forma.