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megustasutopia

lo echo de menos

- Ya estoy cansada de esto. No lo aguanto más. Al principio por lo menos eras más cariñoso y más atento conmigo. Bastaba con que yo dejase caer mis ojos para que tú supieses que necesitaba una palabra bonita al oído. En aquella época sabias como alegrarme la vida con dulces susurros.

- El amor es así, Carla, ¿qué coño esperabas, que estuviese babeando toda la vida? La vida es dura. Tú también has cambiado. Mucho. Demasiado. Diez años es mucho tiempo. Quizá demasiado. Debería estar prohibido estar con alguien tanto tiempo. Nunca he podido querer a nadie más allá del cuarto, o quizá quinto, año. Es ley de vida.

- Eres odioso.

- No, soy realista. Lo que pasa es que tú no quieres ver la realidad. Te gusta vivir en tu nube de color de rosa. Pero el mundo no es así. No cariño, tú ya has dejado de ser la chiquilla ingenua y curiosa que todo lo quería probar, que se quería comer el mundo aliñado con buenas intenciones. Eso no funciona así. Pronto se olvidan las buenas intenciones, el día a día devora la ilusión y si te descuidas es el mundo el que te come a ti cuando menos te lo esperas. Este mundo es para los duros, para los malos, para los que no sienten ni se detienen con esas tonterías del amor y del cariño.

- El mundo es como cada cual se lo imagine, Fabi. Hace años solías decirme que bastaba con aprovechar una de esas fugaces ilusiones que de vez en cuando pasan por el cerebro como despistadas, como si hubieran cambiado de constelación, de dimensión, como si hubieran brincado desde su mundo lejano e imaginario donde todo es perfecto a nuestro mundo lleno de miserias, para hacer de nuestra vida algo mucho más grande. Yo entonces cerraba los ojos unos instantes para concentrarme en capturar una de aquellas ilusiones, la perseguía y cuando la tenía al alcance de mi mano la cogía. Cerraba el puño como si algo etéreo y con vida propia se me pudiese escapar entre los dedos y entonces sabía era mía. Tú me decías que se me ponía una sonrisa de bobalicona. Y era verdad, porque en aquellos momentos yo volvía a ser una niña. Todo era perfecto porque sólo estábamos los tres, tú, yo y aquella fugaz ilusión. Después de abrir los ojos te rodeaba con los brazos y sentía que dentro de aquel círculo se abría un mundo infinito y maravilloso para los dos donde todo era posible. El tiempo dejaba de marcarnos su aburrido ritmo y éramos nosotros los que decíamos detenernos eternamente en un instante.

- Bla bla bla... sabes que eso pasó hace mucho tiempo. Eso es historia, ¿no te das cuenta? Aquellas tontas ilusiones a las que pretendíamos poner fronteras se escaparon hace mucho tiempo. Ellas volaron y nosotros nos quedamos en esta mierda de piso, con esta mierda de hipoteca y con una mierda de sueldos. Eso es lo que quedó de aquellos sueños, de aquellas absurdas fantasías. El mundo nos ha puesto en nuestro sitio y no quedan más huevos que aceptarlo. Es eso o nada. No hay elección. Aquí nadie te pregunta cómo quieres vivir o qué quieres ser de mayor. Ni siquiera te preguntan si quieres ser mayor alguna vez. Es así Carla, y cuanto antes te des cuenta mejor. Nadie vive de escribir poesías. Y menos de amor. Eso no vende. ¡Qué tontería más grande, joder! Baja a este mundo.

- Sabes que echo de menos al Fabi que soñaba sin descanso. Aquel Fabi siempre me decía que era la mejor, que no dejase jamás de escribir.

Fabi encontró a Carla por causalidad una cálida tarde de verano al lado de la estatua del caballo de la Plaza Mayor de Madrid. Era una de esas tardes en que parece que el calor le traspasa a uno. Ya había pasado lo peor y el sol se había movido hacia el oeste para regalar sus rayos de luz a los habitantes de otras zonas de la tierra. Debían ser las siete de la tarde y aún quedaba un rato de luz en aquel atardecer madrileño en el que el cielo tomaba colores rojizos y los rayos del sol más osados aún jugueteaban con las contabas nubes que no habían sucumbido a la polución de la gran ciudad. La Plaza Mayor, que estaba inundada por turistas de todos los tipos, fue testigo de su encuentro. El suelo de la plaza está empedrado y le da al entorno un aire medieval en el que uno se podría evadir del presente marcado por los grandes rascacielos y el alboroto rugir de los vehículos, y volver a aquel pasado de carromatos, caballos y mercaderes.

El corazón de la Plaza Mayor está situado exactamente en el mismo de la misma, donde se haya la estatua ecuestre de Felipe III desde 1848. Antes de esa fecha la estatua del monarca heredero de Felipe II y fruto de su cuarto matrimonio con Ana de Austria y que reinó en España desde 1598 con Margarita de Austria, prima carnal de Felipe con la que tuvo ocho hijos siendo el tercero de ellos el que sería su sucesor Felipe IV, estaba en la Casa de Campo. De Felipe III se dice que era aficionado a la caza y a la mesa y que, dado que los asuntos de estado le aburrían soberanamente, los dejó en manos del Duque de Lerma.

Cualquier tarde, cuando el tiempo acompaña, los alrededores de la estatua son un hervidero de gente variopinta que se afana en llamar la atención de los turistas que apuntan sus cámaras a todos los rincones de la plaza y, a cambio de unas monedas les entretienen durante unos instantes con su arte, su agilidad o simplemente su elocuencia.

Un hombre de mediana edad con porte de caballero y ropas de llegar justo a fin de mes, pero con dignidad y quizá una atrevida prestancia, rasga las cuerdas de su guitarra con los ojos cerrados y tan absorto y concentrado que se diría que no es consciente de que un nutrido grupo de personas se haya delante de él escuchando la música que toma vida en su guitarra española. La pieza que suena no es ajena a Fabi. El Concierto de Aranjuez le trae buenos recuerdos. Su padre, profesor de música en el conservatorio estatal, le había enseñado todos los trucos para ser capaz de tocar un tema tan complicado. Fabi por entonces era aún un niño y no había empezado los estudios de música que años más tarde cursaría. Pero él y su padre repetían una y otra vez aquel tema hasta que le quedó grabado en su mente y fue capaz de tocarlo con los ojos cerrados. Siempre había sido su canción, la canción que les había unido a él y a su padre. Años más tarde, tocaría esa canción con lágrimas en los ojos en el funeral de su padre.

2 comentarios

Lidia -

Muy bueno, Santi, tienes madera. ¿Será que te inspira el mar? Sigue en esta línea, compañero

xodo -

El mundo es de todos, de los malos y de los buenos, aqui caben todos, solo que uno escoge como quiere intentarlo vivir, yo soy de los tuyos,
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