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megustasutopia

el hombre gris

Llegó a la ciudad un día gris como no podía ser de otra forma. El sol se hacía un hueco entre las nubes que se afanaban en tapar todos los agujeros del cielo. Pero aquel cielo era demasiado grande y las caprichosas nubes no podía taparlo todo.

Hasta que el hombre gris llegó aquella era una ciudad triste. Una ciudad aburrida y apagada. Sí, definitivamente era una ciudad aburridamente triste. Causaba gran curiosidad observarla desde el aire. Se asemejaba a un gran puzzle donde cada pieza era de un color. Las áreas monocolor eran de tamaños desiguales pero todas ellas estaban perfectamente delimitadas. Al acercarse a las azoteas se podía apreciar como cada edificio estaba pintado de un único color, los había rojos, verdes, amarillos, azules,... y negros, también los había negros. Los observadores más curiosos buscaban azoteas que vistiesen policromía pero no las hallaban. No había mezcla de colores en aquellas azoteas. Ni en los bloques colindantes que formaban parte de aquella enorme pieza del puzzle. Las diferentes piezas del puzzle estaban delimitadas por anchas avenidas donde cada sentido de la calzada estaba pintada con el color correspondiente a su zona.

Hacía años que se habían eliminado alambradas que separaban los diferentes colores de la ciudad, pero la gente se había acostumbrado a vivir en su color y muy pocos eran los osados que se aventuraban a abandonar temporalmente su propio color. Toda la vida viendo un color marca mucho, pensaba la población de aquella ciudad. Aquellos colores marcaban el carácter de las gentes. En las zonas negras frecuentemente las campanas anunciaban entierro. Mucha gente se moría en las piezas negras y sus habitantes abusaban del luto. Prácticamente no se vendían prendas de otro color. Hasta la ropa interior era negra. El tráfico en las zonas rojas era prácticamente imposible porque los semáforos tenían tres luces rojas. Lo mismo pasaba en las otras zonas. El sol siempre lucía con mayor intensidad en las zonas amarillas donde casi todas las chicas eran rubias. Aunque no lloviese, a los barrios verdes nunca les amarilleaba el césped, se mantenía siempre como recién regado.

Allí la gente nunca hablaba. Todos estaban de acuerdo. ¿Para qué hablar entonces? Los muy mayores incluso habían olvidado muchas palabras y se defendían con un puñado de ellas, con las imprescindibles. Los gobernantes se afanaban para que no se perdiese la lengua y obligaban a los niños a leer muchos libros. Pero en unos pocos años, los niños se habían leído todos los libros. Porque en cada zona de aquel puzzle había un montón de libros que decían lo mismo. Todos los autores opinaban de la misma forma y los periódicos trataban las mismas noticias.

(¿alguien quiere seguir?)

2 comentarios

lunaaaaa -

A mi me gustará seguir...dejame intentarlo..

Lidia -

Yo creo que tienes que seguir tú, Santi. Me gusta tu estilo a lo Michael Ende, si no has leido Momo, quizá te gustara. Tienes la facilidad de expresarte a través de las métáforas, por eso creo que eres tú quien debe seguir mostrando ese mundo monocromo... que tal vez acabe siendo un caleidoscopio